Uno de mis caprichos fue visitar Catemaco. Después de vivir una temporada en el Chilango, de
cambiarnos los nombres y de vender la Caribe, Mutsumi-chan y yo vinimos al Sur.
Tras romper el último huevo al séptimo día de nuestra estancia constaté que en
su interior se hallaba una criatura viscosa, parecida a una lamprea, muerta
entre el líquido negro. Las siguientes cuatro horas las pasé vomitando en la Laguna.
Una bruja me había curado la rabia.
Conforme transcurrieron los días, aquello que había definido mi vida
desde que tenía memoria disminuyó lentamente hasta desaparecer. Aún así
debieron pasar algunos años antes de tomar este cuaderno y recapitular los
hechos que me trajeron al Sur...
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