Al llegar a la casa, el Sempai escribía en la compu, Okaasan y Otousan interactuaban con el televicio y Kaede-chan corría de aquí para allá remolcando un ruidoso teléfono con llantas. Después el Sempai se perfumó y se largó a la calle.
Inicié mi trabajo bajando mucha información de la esfínternet, terminé ya tarde. Me jalaba la ñonga con una película de Dana Vespoli cuando sonó el teléfono y una voz familiar me reconfortó.
«Neko, mañana es Sabadabadazo de Gloria y mi má se va con su novio.»
Era el primo Lu. Sería maravilloso, pensé, con aquel calor, un concurso de playeras mojadas.
—¿Va a ir Fluff?
«Ps a ver.»
Al día siguiente llegué a la mitad de una batalla de globos con agua.
Una fiesta de Lu siempre era garantía; tenía el hábito de regalar tachas como si fueran cacahuates y eso siempre volvía la fiesta mucho más interesante. Esa tarde estaban todas las primas y a mí me dieron ganas de jugar Con permiso, gallinita y venirme, al final, en Stick o en Fluff. Me excitaban porque eran las más chicas.
Apenas unos meses atrás, poco después de cumplir los once, Fluff seguía siendo impúber. Lo que más me enloquecía en ella eran los hoyuelos de sus mejillas cuando sonreía. Podría decir lo mismo de su cabello, por aquel entonces laaargo hasta la cintura. Toda ella era un incendio. Hasta cuando le preguntabas: «¿Cuál es tu método anticonceptivo?», ella respondía: «Random». No podías estar con ella mucho tiempo sin terminar con quemaduras de primer grado.
El protocolo, sin embargo, exigía ciertos grados de chomua en la sangre antes de meter al diablo en el infierno: esperar que los tragos y las pastillas hicieran su efecto y, mientras, mojarnos a manguerazos, aventarnos harina, globos, confeti, huevos y una variedad interesante de sustancias húmedas, pretextos para la regadera. Estuvimos un rato correteándonos con globos de agua, nos cazamos y acorralamos en las calles.
El grifo estaba abierto y un par de vatos llegaron a reclamarnos. Entre Bully y Lu los amagaron y los corrieron, no podían madrearlos ahí pues eran vecinos, algo haríamos al respecto unos días después, cuando los vatos menos lo esperaran.
Sucio y listo para el linchamiento, le pedí a Fluff y a Stick que me lavaran en la regadera.
—Sí, Gato, pero tú también tienes límpiame —dijo Fluff.
Nos metimos al baño. Ellas me lavaron y le hice un creampie a Stick.
Fluff estaba en su mes. Con ella el cotorreo era distinto; a diferencia de las otras, con Fluff me gustaba besuquearme, me excitaba demasiado y trataba de prolongar las lamidas hasta donde ella me permitiera. Aunque mentiría si dijera que el ensarte era un alivio. El endometrio está lleno de nutrientes, lo leí en algún lado, así que no me puse remilgoso, al contrario: todo en Fluff era afrodisíaco, su sangre alcalina, su mierda, sus hoyuelos.
Entre los remansos para recargar semen, las sluts se aburrían y empezaban a meterse los dedos entre ellas. Por eso fue un alivio cuando llegaron Focko, Golmo y Cosme, y se integraron a las faenas. Fue cuando empezamos a hacer los relevos.
Y cuando no había primas disponibles, Golmo y Focko cogían entre ellos. El hábito se les quedó desde una vez cuando no hubo sluts. Lu había puesto la charola con pastillas en la mesa de centro y sólo a ese par de imbéciles se les ocurrió comerlas. Ese día terminaron jugando espadazos en un sillón mientras Bully y yo nos cagábamos de risa.
La fiesta acabó temprano. A eso de las diez de la noche nos fuimos a la basílica de San Guinario y comimos de gorra con las señoras de los puestos mientras esperábamos la misa de media noche.
Bendecimos cirios y cerillos y nos chutamos dos horas de pasajes de la Biblia.
El Hippie reencarnó en una galleta sin levadura, el pueblo se puso de fiesta. El padre Emilio se fue a dormir luego luego, debía oficiar la misa de las siete.
—Pinche Emilio —le comenté a Focko—, ya no se lleva a dos monaguillos terminando la misa.
—Ya no se lleva a las ratas del coro a la casa parroquial.
—¡Qué tiempo, Paquito! ¿Te acuerdas cuando éramos acólitos?
Focko no quiso seguir la charla. Se hartó de comer chalupas y luego de un rato se fue a su casa sin despedirse.
Yo regresé con Lu. Le marqué al Sempai para que no se preocuparan en la casa, y dormí con la mente en las estrellas mientras escuchaba un disco nuevo de Rovo, una banda de música instrumental japonesa, y disfrutaba los efectos del gallo que Bully compartió poco antes de irnos a dormir.
A las tres de la mañana ya no soportaba la resequedad de la boca, me levanté por agua y fui a orinar.
Encontré a Royal vomitando en el retrete. Su última ocurrencia desesperada para bajar las lonjas.
Me preguntó si estaba “muy” cansado.
Con ella había que ensartar cuando Lu y Bully ya estaban muy pasados, incapacitados para cualquier desplante de celos fraternales. Durante la fiesta, como siempre, ella se había quedado en el cuarto viendo un maratón de Phineas y Ferb, esperando que sus hermanos estuvieran inconscientes.
Me agarró la verga y me pidió que cogiéramos.
Nos quedamos un rato drenando nuestra poca energía restante. Al oler su coño me entró cierta sensación desagradable. Como cuando dejas el platillo más rico al final para conservar ese sabor un rato, la última con quien estuve fue Fluff, tres o cuatro veces y sólo con ella, todavía traía su piel pegada y, si me concentraba, podía recordar (y oler) cada parte de su cuerpo. Por eso ensartar a Royal fue como quitarme ese sabor, como lamer un cucharón de frijoles después de una pizza; algo como eso.
—Oríname —me pidió de repente.
—Primero déjame venirme. No mames. Déjame venirme adentro.
—No tengo pastillas del día siguiente. Vente atrás.
—Ni madres. Tómale cuatro normales a mi tía y mañana otras cuatro. Es lo mismo.
Insistió, le recordé que yo no era un personaje del Marqués. Ella no tenía ni puta idea de qué le hablaba, ni conocía al Marqués.
—Si quieres pon el coño en la taza —le dije un poco en broma.
Y lo hizo.
Unos meses después Focko me contó que Morgan curaba sus insomnios con una técnica extraña de logoterapia, una extraña mezcla entre pnl y brainwash proactivo. Para mí, el insomnio se curaba con chaquetas.
Esa noche dormí como angelito. Regresé a mi casa a la mañana siguiente.
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