Tongo tocaba la guitarra, Baxter las percusiones, Black era primera voz y teclados, yo era segunda voz, tocaba el bajo y hacía las mezclas en la computadora. Yo amaba a Tu Madre porque era a la música lo que una cubana es a las tortas: puro alt rock con las mejores influencias. Tu Madre sonaba a Joy Division y a los Pixies; había country y rockabilly, psicodelia, rock n’ roll y hardcore, postrock, future jazz, hasta un poco de trip-hop, porque Tongo y Black pasaban por un breve periodo de gangsta rhymes, uf. La línea principal siempre era post punketa.
Escogimos el nombre porque así ayudaríamos a los compas a superar sus complejos de Edipo. Fue una sugerencia del profesor Sebastián.
«¿A donde vas?»
«A un toquín.»
«¿Y quién va a estar?»
«Tu Madre.»
Luego de un tiempo, Baxter entró en un proceso de darquetización. Hasta ese momento era el baterista. Empezó a vestirse de negro, dejó a la banda y se hizo fan de un género llamado taladro-negro-descuartiza-matar-fierro, o algo por el estilo que, para empezar, no tenía equivalente en castellano y sonaba como algo a medio camino entre el pato Donald encabronado y un bulldog destrozando el periódico.
La primera vez que fui a su casa nos recibió su mamá; fue calor a primera vista. Desde entonces, cuando ensayaba Tu Madre o íbamos simplemente a jugar con su Gamecube, la señora Baxter nos recibía en short y top («Estaba haciendo el quehacer» decía, como toda una milf), nos llevaba la botana al cuarto, se acostaba en la cama boca abajo y nos pedía permiso para pertenecer a nuestro club de Tobi. Para tristeza mía, Baxter siempre la mandaba al diablo.
Por supuesto, a Baxter nunca le gustó la idea de volverme su padrastro por media hora y por eso nunca nos dejó solos.
—Si mi papá los cacha, los empuja en un tiro de la mina —se excusaba.
Fue Baxter quien me llevó por primera vez al tianguis del Atecocolli, cuando Tu Madre hizo su debut en el Jardín del Arte con cuatro canciones propias. Por él conocí a toda la fauna contracultural de Agnosia: psicólogos, pránganas, trovadores, otakus, sociólogos, artesanos, hippies, punks, autodidactas, rockstars, vampiros, snobs, graffiteros, chiquidráculas, patinetos, hipster-gafapastas, poetas, rockabillies, serie-bes, artistas, electros, surfers, rastas, indigentes, enmascarados, break dancers, fanficcioneros, grupies, analistas del discurso, gotichicas, melómanos, ajedrecistas, sluts, postestructuralistas, britpoperos, emos, hermenautas, jazzeros, chacalas, rojos, fierros, rudeboys, skankers y demás tribus.
Esta clasificación, fascista de entrada, tenía un enfoque funcionalista para no mezclarnos inadecuadamente, como los reactivos de un juego de química: por ejemplo, un rockabilly podía convivir con un surfer, un enmascarado, un serie-be o un fanficcionero y no podía acercarse a un ajedrecista o a un analista del discurso. Un vampiro no podía acercarse a un fierro o a un chiquidrácula, mas podían juntarse con electros y jazzeros. Los trovadores, los pránganas, los poetas, los sociólogos y los artistas sólo podían juntarse con los de su misma especie. Los indigentes normalmente se pegaban a cualquier grupo, sin intervenir en él, salvo por ciertos comentarios de Marx o Althusser. Los melómanos y los postestructuralistas eran recibidos en cualquier grupo y no se juntaban entre sí. Las sluts eran comodines, a veces también fungían como diplomáticas: una slut o una chacala en una fiesta permitía la reunión pacífica entre emos, vampiros y trovadores.
Además existían las metatribus, definidas por su tipo de lubricante social: gallos, ojorrojos, pericos, chivos, ácidos, borrachos, fumadores, popperos, micos, inhaladores y abstemios-cafeteros. Estas metatribus propiciaban los enlaces entre las tribus afines.
Maese Fili, por ejemplo, era ajedrecista, enmascarado y oscuro; Vórtex era vampiro y electro; Tongo era poeta, hermenauta y rockstar, Tongo, además, podía determinar el carácter, el valor moral y la neurofisiología de una persona a partir de su automóvil; Rain era psicólogo y escuchaba metal, aunque no era fierro ni vampiro; Crog era trovador; Focko era hippie; Mutsumi-chan fue clasificada entre los analistas del discurso; mis tags eran otaku, melómano y gafapasta; y así cada uno.
En el mes de mayo, la presidencia municipal de Agnosia prohibió la instalación del Atecocolli después de un concierto de Tu Madre; algunas metatribus se propasaron con el consumo público de sus activos. Fue cuando Tu Madre empezó a tocar en casas y terrenos baldíos.
A Vacmo y a la Puerca los conocí en la Prepa Uno; a Baxter lo conocía desde la secundaria. A la Puerca no le gustaba el gallo; Vacmo y Baxter no vivían sin su dosis diaria. Nos íbamos a los Jales cerca de la Ulcera, y fumábamos hasta que las camionetas de Fuerza Bruta Indígena, llenas de puercos, llegaban a hacer las redadas. Nunca nos agarraron.
Vacmo fue quien lo descubrió: si ponchábamos el gallo con un poco del sedimento de los Jales, al momento de fumarlo echaba chispitas verdeazules y pegaba más profundo. Después de salirse de Comunicaciones, Vacmo se fue de locutor a Salt Lake City para cumplir su sueño dorado de tener seis esposas.
Baxter, lo olvidaba, era amigo de Plug; ése fue su desquite. Yo sólo lo supe hasta febrero; nunca me lo dijeron y él le contaba a Plug todo acerca de mí cuando se acostaban.
Luego me enteré de que llevaba un rato con su propia banda de metal con Black; y nuestro grupo tuvo que desintegrarse. Tongo y yo continuamos con Tu Madre por un tiempo, como post-punk instrumental, con cajas de ritmos y un theremin que le robamos a Black. A veces Tongo improvisaba algunas rimas, muy triphopero el asunto.
Todo se fue diluyendo paulatinamente entre el gallo y los poemas.
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