Antes de entrar a estudiar Pedagogía hice mi servicio social cuidando ratas en un Centro de Atención Múltiple. En el cam hice un amigo, Joel, tenía alteración en el cromosoma 21. Solía darles ritalín a los alumnos cuando la maestra se iba, y cuando ya estaban todos babeando en alguna esquina, a modo de terapia, me acercaba a Joel y le contaba las insignificancias de mi vida.
Había concluido una carrera terminal como asistente educativo. Estudiaba el bachillerato general en la Prepa Uno por las mañanas y por las tardes acudía a una universidad patito.
En aquella época no había nada mejor que estudiar en la universidad estatal, la Ulcera, eso creía. Mi meta era colarme a una de las líneas de investigación en Genética Cognitiva o Neurociencias apenas terminara la licenciatura; había adelantado materias en la preparatoria y tenía algún tiempo estudiando artes plásticas y creación literaria en el Centro Cultural Universitario con el profesor Sebastián, uno de esos eruditos, amigo del Sempai, pintor, poeta, doctor en psicología, cuya ayuda me permitió exponer algunas de mis obras y performances en exposiciones colectivas, y hasta publicar un par de poemas puñeteros en la gaceta del campus.
La vida familiar era sencilla. Kaede-chan tenía dos o tres años y ya hablaba, cuando terminé mis estudios vespertinos empecé a cuidarla, se quedaba en mi cuarto haciendo origami con las sabanas de papel arroz de los porros, las rellenaba con cabezas de cerillos y les prendía fuego, varias veces debí abrir las ventanas para orear la casa, antes de que llegaran Otousan y Okaasan. Luego salía por las tardes al Estival y me la llevaba en brazos, la presentaba como mi hija. Eso divertía a todos.
Recién pusieron esfínternet en la casa, y una computadora en mi cuarto, Otousan y Okaasan dejaron de soportarme porque, como pasaba muchas horas mirando videos porno no pudimos enterarnos a tiempo de la muerte del tío Licona, que se cayó de pie de un edificio de cuatro pisos. Hasta donde supe la causa de muerte fue un tanto trágica: el fémur le había atravesado un pulmón y al final murió de un paro respiratorio. Llegamos una hora después de la cremación, vestidos de vivos colores, y todos esos primos terceros y cuartos nunca nos lo perdonaron, a pesar de que fuimos nosotros quienes llevamos los sándwiches.
Tú no estabas, Sempai, claro, aquella fue la época oscura, cuando te quedabas todo el día con el profesor Sebastián después de terminar el taller literario; y Licona te caía tan mal como a mí desde que nos daba clases en la prepa y nos enteramos de nuestro parentesco.

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